La revolución tecnológica, fase I completada
Es tradición finalizar el año haciendo repaso, en forma de artículo o lista, de lo que ha dado de sí el curso. Algunos reflexionan acerca de los elementos tecnológicos que han aparecido durante los 12 meses. Otros enumeran las Apps indispensables que debemos tener en nuestro Smartphone y, finalmente, los hay que destacan por lanzarse a hacer vaticinios, más o menos acertados, de lo que puede deparar el año que asoma en relación con la evolución de las principales compañías tecnológicas, sus guerras, sus incrementos o pérdidas en términos económicos o de cuota de mercado, etc.
Así las cosas, dando por sentado que todos estos artículos ya están publicados (muchos, por profesionales que lo hacen francamente bien como los que escriben en The Verge) con humildad y sin sonar pretencioso, quiero hacer algo distinto, trasladar algunas preocupaciones que vamos detectando ligadas a la actual evolución de las nuevas tecnologías y los motivos que deberían ser esperanzadores sobre su asentamiento en la sociedad actual.
En el marco socioeconómico actual, no es de extrañar que surjan dudas constantes en todos los ámbitos, que nos lleven a cuestionarnos si nuestro trabajo y nuestros proyectos de futuro merecen que hagamos un arriesgado sobreesfuerzo o si, por el contrario, hemos de supeditar cautelosamente todas nuestras acciones a las novedades que salgan del próximo Consejo de Ministros o al titular de prensa de nuestro diario de referencia.
Esto, aunque pase desapercibido para algunos o haya sido asimilado por la mayoría, activa nuevos sensores: sensibilidad sobre los problemas que acechan a los demás, motivado en muchos casos por ejemplos de familiares cercanos, sentimiento de frustración porque parece que los cambios conducen irremediablemente al fracaso, inmovilismo… ¡Y podría citar muchos más!
La revolución tecnológica: pros y contras
Llegados a este punto, puedo afirmar que las nuevas tecnologías, hasta el día de hoy, han acarreado más problemas que soluciones para la sociedad:
- Efecto globalización
- Procesos de deslocalización
- Aislamiento de muchos jóvenes en las relaciones personales “reales”
- Automatización de procesos que afectan directamente a la pérdida de identidad de marcas para obtener reducción de costes a corto plazo a base de puestos de trabajo
- Reducción de la capacidad de memorización y en consecuencia de cierto análisis (todo está en los buscadores y todo está al momento), etc, etc, etc.
Pero no me gustaría ofrecer una visión sesgada de la realidad. Es obvio que las nuevas tecnologías, en sí mismas, son una revolución social en la que estamos inmersos y que, presumiblemente, será recordada en los libros de historia (en Wikipedia, en realidad) como lo fue la revolución industrial a mediados del siglo XIX. Pero ello no puede cegarnos, debemos tener espíritu crítico para detectar qué nos da pero también qué nos quita.
Quién capitaneará la revolución tecnológica
Son muchas las personas que se preguntan qué transformaciones sociales pueden producirse merced a las nuevas tecnologías. Todas coinciden en que la clase dirigente no está dando, ni dará, el primer paso para este tipo de transformación social, sino que deberá surgir de la propia sociedad civil y del ámbito privado.
Esta nueva forma de interrelacionarnos, de realizar algunas de nuestras labores cotidianas, puede empezar a generar algunos efectos positivos una vez sumergidos en este caos. De hecho ya empiezan a vislumbrarse, muy nítidamente, avances en la generación de redes sociales y plataformas que tienen como objetivo no sólo la comunicación e interacción como estamos acostumbrados con Twitter o Facebook (mastodónticos hubs de comunicación entre individuos), sino, acercar nuestras preocupaciones en los temas concretos con las personas interesadas en ellos. Nuevos servicios nos facilitan ámbitos de comunicación entre personas que muestran intereses y preocupaciones comunes. Son redes sociales especializadas, que nos proporcionan o son en sí mismos herramientas específicas para dar aportaciones concretas.
En los últimos años, hemos tenido que adaptarnos a este cambio social que han aportado las nuevas tecnologías. Nos hemos adaptado plenamente a ellas, a su forma de pensar y de interactuar. Es ahora cuando empezamos a intuir cómo ellas se adaptan en los detalles a nosotros y con ello crecen nuevas formas para cambiar partes de la gestión de nuestra sociedad que no nos satisfaga en común, más allá del medio tecnológico que usemos.
La revolución tecnológica: hacia la II fase
Empieza la segunda fase en la revolución tecnológica, más provechosa para el objetivo como ciudadanos. Y esa segunda fase es por la que deberíamos luchar siempre. Averiguar en qué medida podemos beneficiarnos de las tecnologías que van surgiendo, cómo podemos obtener el máximo provecho de ellas en nuestro día a día e incorporarlas a nuestra vida sólo cuando nos aporten lo que buscamos de ellas. Pero en ningún caso rendirnos a sus pies y normalizar su uso o incorporarlas a nuestra vida sólo porque es la tendencia.
No seré yo quien juzgue si es lógico o beneficioso que las conversaciones se vean constantemente interrumpidas por los avisos de whatsapps, SMS, alertas de Facebook o Twitter, que haya muchos menores de edad que consulten su smartphone de forma enfermiza, o si es comprensible que alguien sufra ansiedad porque se encuentra en un lugar sin Wifi ni 3G y no puede contestar mails en tres horas.
Juzga tú mismo.